El cultivo de la vid (Vitis vinifera) se remonta a los albores de la Humanidad, probablemente en Asia Menor.
Quinto Horacio Flaco (siglo I a.C.) escribió “viña sin podar floreció continuamente en las afortunadas”, y aunque se han encontrado semillas de vides salvajes en yacimientos prehispánicos, se considera que el cultivo de la vid llegó a Canarias con los europeos en el siglo XV, donde jugó además un papel fundamental como enclave estratégico de avituallamiento hacia América, llegando a las islas cepas de todos los rincones de Europa. De hecho, en el s.XVI escritores como Góngora, Shakespeare o Daniel Defoe hablan en sus obras de la calidad de los vinos canarios.
A finales del XVII el comercio inglés decae por la reorientación geopolítica del Reino Unido hacia Portugal.
Hoy el sector vive un renacimiento por la creciente fama de las malvasías, y la riqueza varietal canaria, que ha llegado a nuestros días gracias a que el archipiélago quedó al margen de la plaga de filoxera. Hoy se cuentan al menos 14 variedades de uva únicas en el planeta.